La limpieza habitual de cualquier tipo de suelo se lleva a cabo con agua y jabón neutro. No se deben utilizar productos abrasivos o que puedan producir decoloraciones. Para un tratamiento más profundo se puede emplear un limpiador de alta presión, excepto en los suelos de madera.
Para paliar el desgaste que generan la intemperie y el uso conviene aplicarle un protector específico una o dos veces al año. Para ello, limpia bien la superficie de polvo y restos de suciedad, y pasa una lija si hiciera falta. Una vez limpia y seca, aplícale con un rodillo al menos dos capas de protector especial para madera y deja secar el tiempo que indique el fabricante. Estos protectores son productos incoloros que resguardan la madera de la erosión de las pisadas, el agua clorada, los rayos ultravioletas y las manchas de grasa. Si la zona donde vives es húmeda conviene que contenga un fungicida. Existen también productos aclaradores y renovadores para devolverle el color natural a la madera que se ha vuelto grisácea.
Los limpiadores de alta presión (LAP) son máquinas muy eficientes para limpiar este tipo de suelos, además de piscinas, fachadas, herramientas, vehículos y mobiliario de jardín. Estas máquinas trabajan con mayor rapidez y eficacia que una manguera y, además, consumen un 70% menos, lo que supone un gran ahorro de agua y dinero.