Para garantizar la seguridad y confort en el hogar, la domótica ofrece muchísimos dispositivos como son los dispositivos de detección de movimiento y los crepusculares. Ambos son idóneos no solo para reducir el consumo energético sino también para mejorar la seguridad en tu hogar y la comodidad de tu familia.
Estos dispositivos encienden o apagan las luces de una zona concreta dependiendo de la luz ambiental que haya. Un sensor crepuscular detecta si hay falta o exceso de luz, de manera que, si es necesario, enciende las lámparas a las que está conectado. También pueden controlar otros elementos de tu hogar, como las persianas, de forma que bajen cuando anochezca y vuelvan a subir al amanecer.
La iluminación (o las persianas) se activa automáticamente cuando la luz natural es inferior al nivel de lux previamente fijado en el aparato. El lux es la medida de la intensidad luminosa y equivale a 1 lumen/m2. Generalmente, los sensores crepusculares pueden ajustarse para que se enciendan y apaguen según la luminosidad que tú elijas (entre 2 y 200 lux). Para que te hagas una idea, 3 lux equivalen a la luz que hay durante el crepúsculo con un cielo despejado, mientras que para iluminar un pasillo o zona de paso son necesarios 100 lux.
También conocidos como detectores de presencia, estos dispositivos detectan cuando una persona se mueve o pasa por la zona en la que están ubicados. Van conectados, por un lado, a la corriente y, por otro, a lo que se quiera activar: luz, aire acondicionado, calefacción, alarma… Su gran ventaja es que optimizan el uso de energía, encendiendo una lámpara, la climatización o incluso la alarma de tu sistema domótico, cuando detecta presencia en la zona en la que está instalado.
Una de las mayores preocupaciones al adquirir este tipo de dispositivos es si se encenderán cuando tu perro o gato pase por su ángulo de detección. Existen modelos con discriminación de mascotas, que, generalmente, detectan objetos mayores a 25 kg.
Los detectores de movimiento pueden ser de interior o de exterior. Los primeros van conectados a la iluminación, la climatización, las persianas, la alarma…; mientras que los segundos suelen ir conectados a la iluminación. Los de exterior deben tener un IP54 o superior para que estén protegidos del polvo y los chorros de agua. Los sensores de movimiento para exterior suelen ir dotados también de sensores crepusculares, que permiten regular tanto el grado de luminosidad y como el encendido y apagado.
Además de diferenciarlos por su ubicación interior o exterior, dependiendo de su tecnología pueden ser:
Lo más recomendable es situarlos a una altura mínima de 2,5 metros. En cualquier caso, sigue las recomendaciones del fabricante. Pueden ir colocados tanto en el techo como en la pared, pero siempre en el lugar en el que abarquen un mayor ángulo de detección, que oscila entre 110 y 360 grados. Son capaces de detectar la presencia de una persona en un radio de hasta 12 m.
Si lo vas a colocar en la puerta de entrada o en un pasillo, un sensor con un ángulo de 180 grados será suficiente; pero si lo vas a colocar en el exterior, en una fachada, por ejemplo, elige uno con, al menos un ángulo de detección de 300 grados.
Pueden utilizarse también en el hogar para evitar accidentes o caídas en niños o personas mayores cuando se levantan por la noche. E, incluso, como elemento de seguridad en zonas de paso con muy poca luminosidad, como el pasillo, las escaleras, la zona de las basuras en comunidades de vecinos y viviendas unifamiliares o la entrada de tu casa, de manera que haya luz suficiente para encajar la llave en el bombín.
También ayudan a reducir el consumo energético y, por tanto, la factura de la luz, ya que solo encienden las luces cuando es necesario. No te volverás a olvidar de apagar las lámparas del jardín por la mañana porque lo harán solas cuando se haga de día.