No dejes que las malas hierbas echen a perder tus plantas. Te mostramos las opciones para evitar que aparezcan y también para acabar con ellas si ya se han adueñado de tu jardín: las más rebeldes e invasivas las tendrás que atajar con herbicidas. Así podrás recuperar tu exterior sano y cuidado.
Las malas hierbas son aquellas plantas intrusas o no deseadas que surgen de forma espontánea en tus macetas y tu jardín. El problema de las malas hierbas es que aparecen y quitan a tus plantas ornamentales el agua, los nutrientes del suelo, la luz y el espacio disponible. Además, dan un aspecto descuidado al jardín, la terraza, los senderos, caminos y linderos.
Algunas de las especies de malas hierbas más comunes son las ortigas, las pamplinas, algunos tréboles, bledos, gramas…
Lo más importante es que trabajes bien la tierra y utilices sustratos de calidad.
¿Cómo debes hacerlo? Tanto en el jardín como en zonas de césped puedes evitar que aparezcan malas hierbas. Para ello tienes que arrancar la vegetación existente y retirar una capa de al menos unos 20 cm de suelo con una azada o una pala, o una motoazada si el terreno es grande. Remueve la tierra y rastríllala cuidadosamente para retirar todos los restos vegetales.
Diariamente debes regar el terreno durante unas dos semanas para provocar la germinación de las semillas y la brotación de los rizomas de malas hierbas presentes en el suelo y aplicar un herbicida total de efecto sistémico. Deja que las malezas se sequen y retíralas con una azada o un rastrillo.
Por último, labra la tierra y múllela bien. Si le aportas sustrato de sacos y/o mantillo, fíjate que sean de origen controlado y con garantía de calidad, para asegurar que no contendrán semillas de malas hierbas ni otras sustancias perniciosas. Ten por seguro que si el césped está bien nutrido con los fertilizantes adecuados gozará de la fortaleza y vitalidad suficiente para no dar lugar a que las malas hierbas.
En el caso de las macetas, utiliza sustratos y mantillos de calidad, como los que encontrarás en LEROY MERLIN, que te garantizan que están libres de semillas de malas hierbas.
Para impedir la aparición de malas hierbas conviene acolchar el suelo donde crecen las plantas, ya sea la tierra del jardín o de los tiestos, con una capa de determinados materiales orgánicos o áridos. De paso, contribuirás a que el sustrato se mantenga húmedo, las raíces protegidas de las temperaturas extremas, y evitarás el resecamiento y la erosión del terreno. Además, muchos acolchados cumplen un función estética, ya que uniformizan el aspecto de las superficies, disimulan las irregularidades del terreno y hasta pueden cumplir un papel decorativo. Puedes optar por dos opciones:
Para reforzar la eficacia del acolchado, antes de extender la capa de corteza de pino o las gravas, puedes cubrir el suelo del jardín con mallas geotextiles o antihierbas como las que se suelen utilizar en los huertos. Son sencillas de instalar, limpias y no necesitan mantenimiento ni recambio. Conviene colocarlas en las zonas donde no haya rotación de plantas; son ideales, por tanto, para el alcorque de los árboles y áreas de arbustos y vivaces, caminos, senderos y grandes superficies del jardín.
Si las malas hierbas ya han brotado deberás eliminarlas de inmediato. Si son escasas, puedes hacerlo a mano una por una, siempre que te protejas con guantes. Si la cantidad es mayor, puedes ayudarte de un escardillo (para extraer los rizomas o las raíces profundas si están en tiestos) o de una azada (si es en el suelo del jardín).
La labor te resultará más fácil si la tierra está húmeda. Evita que el rizoma se rompa, ya que los trozos retoñan (se reproducen).
En definitiva, cuanto antes elimines las malas hierbas, mejor, ya que: